viernes, 12 de septiembre de 2014

A veces, solo a veces

Hace años, casi una eternidad, tantos años que ya están borrosos en mi cabeza, no calzaba en el mundo porque era más retraída que los demás. No sé si me importaba serlo o si acaso me daba cuenta, seguramente ni conocía ese término, pero no lograba calzar. Creo que lo malo no era el retraimiento en sí, sino que a raíz de eso todos podían crear desde fuera lo que se suponía que yo era, aunque no lo fuera por dentro. Eso era lo que no me gustaba.
Después, hace menos años, pero que no son más nítidos que los primeros, seguía igual, pero ya me importaba un poco menos, porque la idea, entonces, era no calzar, ser distinta (aunque esencialmente era igual a todos). En esos días descubrí nuevas facetas en mí y en ciertos ambientes lo retraída pasaba a un segundo plano.
En la siguiente etapa, seguía igual. Pero ahí daba lo mismo, no era el tema de nadie y cada uno se movía a su propio ritmo y finalmente lo que importaba era pasar esa etapa lo más feliz y dignamente posible. Fue el mejor tiempo.
Donde estoy ahora, sigo igual. Y si alguna vez me importó, ya no me importa. Porque no soy eso, no soy más la niñita retraída o la "acusete", pesada, tímida, inmadura, súper selectiva o matea que se pudieron inventar los demás.  
Ahora estoy bien conmigo, no me molesta no ser lo que se pudiera esperar, porque lo importante para mí es estar dando lo mejor de mí donde esté, lo que no pueda dar porque no forma parte de mí, es problema de quien lo espere, ya no es mío, nunca más.
Pero a veces, solo a veces, me molesta, como hoy día, cuando me doy cuenta de que nunca voy a dar con la talla de lo que esperan esas 12 horas a la semana, por muy bien que haga el trabajo para el que fui contratada.
Tal vez, solo tal vez, me debiera dar absolutamente lo mismo. Puedo sacar todo mi potencial fuera, pero lo que no he sido en la vida, no lo voy a poder ser ahora y a esta altura es algo que ya no me importa.